La Ilustración y la Ciudad de los Palacios

El Siglo de las luces en Europa

En el Siglo XVIII, conocido como “Siglo de las luces”, Europa se vio iluminada por una revolución de la ciencia y del pensamiento, a la que se conoce como Ilustración. A continuación te presentamos algunos de los sucesos que marcaron este siglo de las luces.

El descubrimiento de la existencia de la fuerza de gravedad por parte de Isaac Newton, en 1687. El desarrollo de una metodología científica para la clasificación de los seres vivos, desarrollada por el científico sueco Carlos Linneo y publicada en 1731, que revolucionó el estudio de la naturaleza.

La publicación de importantes obras de teoría política, como El espíritu de las leyes del barón de Montesquieu y El contrato social de Jean Jaques Rosseau, que establecían las bases y el funcionamiento de un sistema republicano fundamentado en la voluntad general y en la división de poderes. Además de la publicación. por parte de los filósofos y enciclopedistas, Denis Diderot y Jean Le Rond d´Alembert, de la primera gran obra que compilaba el saber científico de la humanidad llamada Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los negocios.

En medio de este florecimiento del pensamiento científico, que se había propuesto explicar los fenómenos de la naturaleza, el funcionamiento del cuerpo y la mente de las personas, además del comportamiento y la organización de las sociedades humanas, dos revoluciones políticas cimbraron las bases del sistema dominante en el mundo: la independencia de las 13 colonias inglesas, en 1776, que hizo posible el surgimiento de los Estados Unidos de América y la revolución que derrotó al régimen monárquico en Francia, en 1789, que impuso la república.

La Ilustración en el México colonial

Estos grandes cambios surgidos en Europa y Norteamérica, tuvieron una fuerte repercusión en el México colonial, es decir, en la Nueva España, en donde la actividad científica y artística, promovidas por el gobierno virreinal y diversas instituciones educativas de la Nueva España experimentaron un gran impulso. La Real y Pontificia Universidad y los colegios, como el de San Ildefonso, cobraron una importancia inusitada al ser los núcleos concentradores de la actividad intelectual.

Uno de los hechos más notables de esta ilustración novohispana fue la creación, por parte del Virrey Matías de Gálvez, de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, que hizo posible que por primera vez los pintores y escultores fueran valorados y financiados para llevar a cabo sus creaciones artísticas con absoluta libertad.

Y qué decir de la arquitectura y el desarrollo urbano, que se vieron fuertemente estimulados por el gobierno que construyó edificios para la administración pública, como el majestuoso Palacio de Minería, bajo los cánones del arte neoclásico en boga, que se proponía expresar el florecimiento del espíritu y el pensamiento modernos, inspirados en las culturas clásicas de Grecia y Roma.

También podemos mencionar que los estudios científicos hicieron posible revolucionar la explotación minera, lo que convirtió a la Nueva España en la principal productora de plata y moneda acuñada en el mundo.

La nobleza mexicana y la Ciudad de los palacios

Al amparo del florecimiento científico y del auge de la explotación y exportación de la plata, surgieron en la Nueva España grandes fortunas que hicieron posible que el monarca de España concediera títulos nobiliarios de condes y marqueses a prominentes empresarios mineros, hacendados y comerciantes, que fueron conformando una nobleza mexicana.

Pero no se crea que los nobles eran sólamente una clase privilegiada que desplegaba un modo de vida en medio de lujos. Al recibir un título nobiliario, estos distinguidos miembros de la sociedad adquirían grandes obligaciones, que incluían el pago de fuertes sumas a manera de impuestos, el socorro a los pobres, la fundación de capellanías, el pago de dotes de monjas y la construcción de templos a costa de sus fortunas.

Y claro está, para ser noble había que tener un palacio que estuviera a la altura de su calidad aristocrática y que exhibiera el título concedido por el Monarca de España a la familia. Es por ello que, en el siglo XVIII, se edificaron en la Ciudad de México 31 palacios, que contribuyeron a otorgar a esta ciudad capital una calidad estética admirable.

Estos palacios albergaban, no sólo a la familia, sino a parientes y cerca de veinte o veinticinco criados, entre cocheros, lacayos de librea, nanas, porteros, recamareras y cocineras. Un palacio reunía un vasto espectro de etnias y clases: españoles, criollos, mestizos, indios y algunos negros.

Tenían algunos de ellos su capilla privada y su capellán. Las vajillas eran de plata y de porcelana china; importaban carruajes, poseían muebles taraceados, alfombras, tapices, santos estofados, reliquias, cristos de marfil y candiles, y hasta un estrado con su trono, en previsión de una visita real.

Por fortuna, la ciudad ha conservado una buena parte de estas edificaciones, de las cuales podemos apreciar sus fachadas, generalmente de estilo barroco, y en algunos casos en que albergan restaurantes o establecimientos comerciales, es posible apreciar sus patios y su arquitectura interior.

Los palacios en México

Los invitamos a visitar algunos de los edificios coloniales de nuestra ciudad:

Palacio de Minería, máximo exponente del arte neoclásico en México.

Edificio de la Ex Aduana, hoy Secretaría de Educación Pública.

Palacio de los Azulejos, que hoy en día alberga un restaurante Sanborn´s.

Palacio de Iturbide. Sede del museo de Fomento Cultural Banamex.

Antiguo Colegio de San Ildefonso, establecido por la Compañía de Jesús.

Palacio de los Condes de Bartolomé de Xala, que alberga a un Sanborn´s y que conserva escrupulosamente su arquitectura original.

Palacio de Miravalle. Que alberga un conjunto comercial conocido como Downtown.

Palacio de los Condes de San Mateo de Valparaíso. Sede de oficinas de Banamex.